lunes, 21 de diciembre de 2009

Pensamiento flojo

Versión de barrio del pensamiento débil.

Yo. Pronombre personal de primera persona del singular. Afirmación de mi singularidad en contraposición con el tú, con el vosotros, y, en general, con el resto, con los otros. Yo poseo un yo, o mi yo me posee a mi, no se. Yo soy un yo, aunque no es de mi yo particular de lo que quiero hablar. Quiero hablar de otros yo.
La propia conciencia de uno mismo nos otorga un yo de serie. Y con este yo vienen unos interesantes accesorios: mi yo me distingue de otros yo, es decir, me distinge de ti, y de si, de él, y de vosotros. E incluso me dota de un aura especial y propia en el equivoco y ¿molesto? nosotros. Me hace algo singular y específico. Mi yo para ser un yo debe respirar, maniferstarse, ocupar y ocuparse, moverse, relacionarse y abrirse paso en el mundo.
Mi yo, del que suscribe, paga impuestos, está en cierto momento de vida laboral, cena de vez en cuando en restaurantes, tiene documento de identidad de un país en el mundo, viaja con pasaporte. Y mi yo se cruza sistemáticamente con otros yo en mi deambular. Percibe otros yo. Un otro yo al contraponerse con mi yo genera una barrera, el espacio (físico, mental, de dominio, de control) que ocupa tu yo no puede ser ocupado simultáneamente por otro yo, aunque sea también una característica del yo el relacionarse con otros yos para enriquecerse, tomar y prestar. Mi yo no es mayor, ni menor, que otro yo. Debe existir un equilibrio de yos para que el mundo formado por innumerables yo no sea un caos. Encuentro yos que por alguna razón se manifiestan como en una posición más elevada en un supuesto orden jerárquico de yos que va en contra de la propia definición del yo. Si todos poseemos un yo, una especificidad, una propiedad, y un lugar, no hay yos mejores ni peores, ni más elevados, ni con más yoismo que otros. Al yo de un presidente de gobierno otros miles, quizás millones de yos, le han dotado de mayor responsabilidad y de ciertas prebendas en el ejercicio de su tarea, pero en esencia es un yo exactamente igual que el yo de un iletrado.
Creo que habría que explicarles esto a algunos yos nuevos que campean por ahí. Alguien les ha informado mal. Son yos prepotentes y agresivos. Se manifiestan de diversas maneras: entran en los ascensores ignorando a los que ya estaban dentro, paran sus vehículos en cualquier lugar de la vía pública sin atisbo de intención de arrimarse un poco hacia el lado donde menos estorben, incluso cuando hay aparcamiento se detienen en el carril por donde circulan, no manifiestan el más mínimo interés ni preocupación por los asuntos públicos o de interés general, manifiestan su individualidad como una negación de los otros yos, y para ellos el nosotros se reduce no a un nosotros amplio y generoso sino a un nosotros restrictivo sujeto a estrictos y subjetivos criterios de pertenencia, por lo que el concepto de comunidad o comunidades en genérico (¿de vecinos?, ¿generacional?, ¿de clase?) no les resulta atractivo ni significativo.
Cuando pensamos en otros yos concretos normalmente reproducimos en nuestra mente el rostro o los rostros de esos otros yos. Es así como los vemos en nuestro interior, como los representamos. Cada yo por tanto se define, aparte de por un nombre completo y de otros aditamentos por un rostro. El rostro no es una mera representación de un yo como un símbolo que no dice nada por si mismo, también ilustra el pasado, el presente, la luz y las sombras del yo, su humor, disposición, su índole. Y hay rostros que o bien anuncian una disposición nula, una pasividad envuelta en complacencia, con un "no va conmigo" en la mirada, o una agresividad dura y adolescente, desafiante, más que provocadora defensiva de una especie de individualidad superlativa y un poco delirante..., en fin, que estos comentarios sobre rostros y miradas no son más que apreciaciones subjetivas que habría que contrastar y difícil de calibrar que en cualquier caso me sorprende y, a este yo, le dicen algo de lo que pasa por las cabezas de esos otros yos.

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