martes, 12 de enero de 2010

Del correr y otros...

Hay diversos tipos de cosas y situaciones que nos hacen sentir bien. Primero sentirnos bien en sentido estricto: físicamente bien, sanos, incluso con cierto vigor y energía, con disposición de ánimo y ganas. Nos sentimos bien cuando estamos en algún lugar, en eventos sociales, disfrutando de una buena peli, de un libro, también nos sentimos bien cuando alguien cercano y querido pasa por una situación favorable, y más si es nuestro hijo, hermano, mujer, nos alegramos por ellos. Luego hay otras cosas que tienen que ver más con nosotros mismos. Es una percepción más íntima de alegría y de profunda satisfacción que no depende tanto del mundo exterior como de nosotros mismos.

El domingo pasé por una de estas. Hice lo que tantas veces he hecho: me levanté temprano y me fui a correr una de tantas carreras populares que se hacen por estos lares que convocan a tantos irreductibles como yo: personas con una vida honrada que tienen por vicio, difícilmente explicable, salir a correr a la calle por las tardes con terribles consecuencias para su persona.

La verdad es que aunque he corrido muchas carreras esta vez tenía un sentido especial. Después de unos meses recuperándome de una caida seria pasando por distintas fases anímicas y físicas que no me apetece contar, y de, por fin, volver a entrenar con regularidad, me ví en la salida de la carrera con todo el hambre del mundo, con toda la prisa del mundo por oir el pistoletazo y por lanzarme a tumba abierta hasta donde mis piernas llegaran.

Tras sonar el tiro de gracia se abre el delicioso paréntesis en la que uno está solo consigo mismo, con sus piernas, con sus sensaciones, sin dolores, sin estar pendiente de otra cosa que ir tratando de regular el ritmo, de ir viendo los kilómetros pasar, de ir decidiendo si sigo a este grupo o no, mirando el reloj, adelantando y siendo adelantado, comprobando que como siempre no estoy siguiendo el planteamiento inicial sino más bien yendo a lo loco pero disfrutando al comprobar que el reloj me va dando constantes alegrías. Veo que estoy en una media en torno a 4 minutos treintayalgo por km, con la que no contaba en absoluto, y constato al final que por un par de segundos no termino por debajo de 47 minutos la mágica distancia de 10km que media entre la histeria y la felicidad y/o (las más de las veces) la decepción, pero esta vez salió cara. Y me sentí terriblemente bien, estupidamente bien, inexplicablemente bien.

No soy mejor persona, no soy más bello, ni ha crecido mi capacidad para entender este extraño mundo, ni se si me espera otra vida mejor cuando haga el último corte de mangas, no me llaman más mis amigos, no ha dejado de dolerme nada que no me doliera antes del domingo, sigo metiendo la pata como antes, tengo el mismo pelo que antes, pero aún hoy, después de dos días sigo disfutando de este resaborcillo dulzón y espeso que me ha producido algo tan tonto como correr 10km en 47 minutos. Por si alguien se pregunta si eso es alguna clase de record la respuesta es que no. El record mundial debe estar en torno a 27 minutos. Pero el record de la galaxia de mi persona en este momento personal son esos ridículos 47 minutos, y hacerlo me ha hecho sentir bien.

Por último, y en la misma línea, decir que es mi intención seguir en esta senda de buscar no-records del mundo que, aunque escasísimos, a mi me producen tanto placer, y seguir peleando con esta masa cada vez más vieja de pellejo y pelo para hacerla llegar más lejos y más antes.

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