jueves, 7 de enero de 2010

El ciempiés pronador

A un amigo mío le pasó algo hace unos días. Después de leer la metamorfosis de Kafka se acostó temprano y se durmió enseguida. Por la mañana abrió los ojos antes de que sonara el despertador y se sintió extraño. No fue capaz de tocarse la cara con las manos y pronto fue consciente de que no era el mismo. Gracias a una nueva capacidad de su cuerpo se contorsionó sobre si mismo y constató que era un ciempiés. Lejos de quedarse bocarriba viendo sus patitas moverse sin ton ni son se dijo a si mismo que aquello no iba a destrozar su vida, de modo que intentó seguir su rutina diaria, en la que el primer paso era ir a correr por el parque. Se dejó hundir en el colchón al pensar en como calzarse cien pares de zapatillas, o cincuenta pares, si es que eran cien los pies que tenía. Recordó el estudio de pisada que se acababa de hacer hacía unas semanas. Pensó que se lo tendría que repetir y que le iba a salir por un pico.

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