domingo, 17 de enero de 2010

El incidente de referencia

Aquel día había juegos. Salí a la calle con la incómoda sensación de saber que me podía suceder cualquier cosa molesta. En días como aquel las gotitas de raciocinio que adornaban los intelectos de las diversas especies que poblaban el espacio urbano tendían a evaporarse. Las multiautoridades optaban por desconectarse de la realidad circundante por unas horas. Los woks no nos caracterizábamos por mostrar gran entusiasmo por nada en general, y menos por los juegos, en particular. De modo que éramos frecuentes dianas de las bromas y de los actos producto de la excitación y de la desinhibición de otras especies en los días de juegos. He de admitir que la percepción que tenían la mayoría de las especies de nuestra presencia era irritante

y a los de nuestra especie, la verdad, nos costaba hacer el ejercicio de acercamiento espiritual consistente en empatizar hasta pretender que entendíamos y hacíamos nuestros sentidos de los que carecíamos, por usar la acepción limitada y torpe del término "sentido" que fue aprobada en la primera Junta en la que se optó por usar el lenguaje terráqueo dada la incapacidad de sus peludos habitantes para los medios de comunicación interpersonales simbiótico-linfáticos. Traté de esculpir mi naturaleza dispersa y de conformarme con un poco más de cuidado que el resto de los días para evitar inncesarias interactuaciones con otras especies. Salí de casa por la puerta de arriba por donde suponía me iba a cruzar con menos individuos, vigilando el no sobrepasar la altura de flotación que estrictamente fijaban las normas para los woks adultos. Percibí la algarabía de la calle y de los espacios subterráneos poblados a aquella hora por múltiples inidividuos en general provenientes de planetas lluviosos y de escasa gravedad. Si hubiera podido me hubiera quedado en casa o quizás me habría transportado a mi centro de deshumectación a través de los conductos de higienización atmosféricos. Aunque esta práctica estaba estrictamente prohibida, en los días de juegos la vigilancia se relajaba de manera importante. Por otra parte el hecho de que tres de los cinco integrantes de mi grupo de interés sexual hubieran decidido no vivir en el núcleo urbano sino más bien habitar un pequeño recinto pseudourbano ocupado mayoritariamente por woks me había privado de la posibilidad de estar conectado a la red atomosférica general de higienización con lo cual no podía hacer otra cosa para mi desplazamiento semanal al centro de deshumectación que coincidía con los juegos. Maldije a mi grupo de interés sexual. Había gastado ingentes cantidades de energía térmica tratando de convencer a uno de los miembros para cambiar el sentido de la mayoría el día que hicimos la votación en presencia del Sumo Perturbado. Había llegado muy cerca del punto de condensación de mi naturaleza gaseosa pero no hubo manera, de modo que mi sentido de la integración grupal me llevó a no discutir la decisión de la mayoría. Me elevé un poco por encima del habitáculo y me dejé llevar por una brisa fresca que fluía casualmente en la dirección a donde me dirigía. Quizá habitáculo no fuera la palabra correcta y debo referirme más bien a cápsula, conocida la espantosamente frustrante limitación del idioma terráqueo para la epífrasis y otros recursos de la comunicación básica. Apreté mis abdominales evitando dejar rastro de mi paso por aquella vía. Es conocido el caso de un wok -y aquí tengo que aclarar que wok no es el nombre propiamente dicho para los de mi especie, el cual es: wkpqoñlkja7DYYYEhhhibgbzz, que correctamente pronunciado provoca en los terráqueos la conocida expresión de ignorancia: "what?", la cual fue transcrita erróneamente por un becario co-planetario como: "wok?", al ser registrada de boca de un individuo terráqueo procedente del pequeño país peninsular llamado Spanya o Espanga ignorante de la lengua oficial del terráqueo planeta, que final y tristemente acabó por dar nombre compacto a mi especie- aclarado este punto que me estaba incomodando, como digo, apreté los abdominales para evitar la involuntaria dispersión cromática que sufrimos los de mi especie en atmósferas gaseadas, lo cual resulta relativamente sencillo y, sobre todo, para evitar dejar rastro de mi paso. Me refería antes a un caso conocido. El caso. Bien. Es conocido el caso de un wok recién llegado a la mesosfera terráquea que se sintió tan arrullado por la baja concentración de gases y la ionización que pronto se vió ocupando el espacio de 20 estaciones de deshumefacción. De este modo, apretando abdominales, y conformado con cuidado avancé un número de cápsulas o habitáculos sin ver a ningún individuo, aunque los escuchaba en sus formas de comunicación elemental ya que no podía evitar que pasaran a través de mi naturaleza las primitivas ondas sonoras sobre las que constituían sus comunicaciones por más que me esforzaba en ignorar aquellas modulaciones aberrantes. Al abandonar aquella brisa me distraje un momento admirando una pequeña y preciosa aurora boreal que se había producido en un extremo de mi masa gaseosa y de repente apareció un grupo de diplosantes de grandes narices y peludas orejas. El grupo estaba formado por un individuo que parecía ser un instructor de diplosantes y una veintena de crías diplosantes. Avanzaban hacia donde me encontraba produciendo un ensordecedor estruendo a través de sus diminutos orificios emisores de sonidos también usado para la ingesta de nutrientes que parecía ser un himno deportivo, aclaro que me refiero al ensordecedor estruendo. Producía tremenda curiosidad entre los de nuestra especie cuya composición molecular era mucho menos especializada y polivalente la constatación y la observación de órganos especializados en las diversas anatomías. No podía evitar el encuentro. Mi desplazamiento longitudinal imprimía en mi masa una inercia difícil de controlar de modo que me ví rodeado de diplosantes cuya estruendosa emisión de sonidos cesó de inmediato. Pude apreciar que sus órganos de visión se abrieron espantados y espantosos y que empezaron a producir chorros de lágrimas de colores diversos. Hasta que uno de ellos con orejas alfombradas de tierna pelusilla amarilla emitió por su órgano emisor: ¡¡QUÉ PESTE!!.

Sucinta descripción del incidente ocurrido en la fecha de referencia que pongo por escrito en su lengua a fin de que Su Suma Perturbación tome las medidas que considere oportunamente adecuadas.

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